¿Es razonable que desperdiciemos la tercera parte de nuestra actual existencia solamente durmiendo?
Tú,como todos has tenido sueños que parecian reales.
Durmiendo has estado en lugares maravillosos y tambien tenebrosos.
Bienvenido al hombre multidimensional,¡¡ leelo te gustará
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lunes, 12 de mayo de 2008
domingo, 11 de mayo de 2008
METANOIA
METANOIA
«La metánoia», palabra griega que significa conversión, es el movimiento interior que surge en toda persona que se encuentra con Cristo.
1. Canta el salmista: «De mi vida errante llevas tú la cuenta» (Salmo 56, 9). En esta frase breve y esencial se resume la historia del hombre que vaga en el desierto de la soledad, del mal, de la aridez. Con el pecado, ha roto la admirable armonía de la creación establecida por Dios en los orígenes: «Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien». Y, sin embargo, Dios nunca está lejos de su criatura, es más, permanece siempre presente en su intimidad, según la bella intuición de san Agustín: «¿Dónde estabas tú cuando estabas lejos de mí? Yo vagaba lejos de ti (...). Tú, sin embargo, estabas dentro de mí, en lo más profundo de mí mismo, y en lo más alto de lo más elevado de mí» (Confesiones 3, 6, 11). Pero ya el salmista había trazado en un himno estupendo la vana fuga del hombre de su Creador: «¿A dónde iré yo lejos de tu espíritu, a dónde de tu rostro podré huir? Si hasta los cielos subo, allí estás tú, si en el seol me acuesto, allí te encuentras. Si tomo las alas de la aurora, si voy a parar a lo último del mar, también allí tu mano me conduce, tu diestra me aprehende. Aunque diga: «¡Me cubra al menos la tiniebla, y la noche sea en torno a mí un ceñidor, ni la misma tiniebla es tenebrosa para ti, y la noche es luminosa como el día». Dios sale al encuentro
2. Dios busca con particular insistencia y amor al hijo rebelde que huye lejos de su mirada. Dios se ha puesto en camino por las sendas tortuosas de los pecadores a través de su Hijo, Jesucristo, que precisamente al irrumpir en el escenario de la historia se presentó como «el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo» (Juan 1, 29). Las primeras palabras que pronuncia en público son éstas: «Convertíos, porque el reino de los cielos está cerca» (Mateo 4, 17). Aparece así un término importante que Jesús ilustrará repetidamente tanto con sus palabras como con sus actos: «Convertíos», en griego «metanoéite», es decir, emprended una «metánoia», un cambio radical de la mente y del corazón. Es necesario dejar a las espaldas el mal y entrar en el reino de justicia, de amor y de verdad, que está comenzando. La trilogía de las parábolas de la misericordia divina recogidas por Lucas en el capítulo 15 de su Evangelio constituye la representación más incisiva de la búsqueda activa y de la espera amorosa de Dios a su criatura pecadora. Al realizar la «metánoia», la conversión, el hombre vuelve, como el hijo pródigo, a abrazar al Padre, que nunca lo ha olvidado ni abandonado. El abrazo
3. San Ambrosio, comentando esta parábola del padre pródigo de amor hacia su hijo pródigo de pecado, introduce la presencia de la Trinidad: «Levántate, ven corriendo a la Iglesia: aquí está el Padre, aquí está el Hijo, aquí está el Espíritu Santo. Te sale al encuentro, pues te escucha mientras estás reflexionando dentro de ti, en el secreto del corazón. Y, cuando todavía estás lejos, te ve y se pone a correr. Ve en tu corazón, corre para que nadie te detenga, y por su fuera poco, te abraza... Se echa a tu cuello para levantarte a ti, que yacías en el suelo, y para hacer que, quien estaba oprimido por el peso de los pecados y postrado por lo terreno, vuelva a dirigir su mirada al cielo, donde debía buscar al propio Creador. Cristo se echa al cuello, pues quiere quitarte de la nuca el yugo de la esclavitud e ponerte en el cuello su dulce yugo» (In Lucam VII, 229-230). Jesús cambia una vida
4. El encuentro con Cristo cambia la existencia de una persona, como enseña el caso de Zaqueo, que hemos escuchado al comenzar. Así sucedió también a los pecadores y pecadoras que cruzaron sus caminos con Jesús. En la cruz, tiene lugar un extremo acto de perdón y de esperanza, ofrecido al malhechor, que cumple con su propia «metánoia» cuando llega a la frontera última entre la vida y la muerte y dice a su compañero: «A nosotros se nos hace justicia por lo que hemos hecho» (Lucas 23, 41). Y cuando implora: «Acuérdate de mi cuando estés en tu reino», Jesús responde: «En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso» (cf. Lucas 23, 42-43). De este modo, la misión terrena de Cristo, comenzada con la invitación a convertirse para entrar en el reino de Dios, se concluye con una conversión y la entrada de una persona en su reino. El mensaje de los apóstoles
5. La misión de los apóstoles (Pentecostés) también comenzó con una invitación apremiante a la conversión. Los que escuchaban su primer discurso, conmovidos en lo más profundo de su corazón, preguntaban con ansia: «¿Qué es lo que tenemos que hacer?». Pedro respondió: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hechos 2, 37-38).
Esta respuesta de Pedro fue acogida inmediatamente: «unas tres mil almas» se convirtieron aquel día (cf. Hechos, 2, 41). Después de la curación milagrosa de un cojo, Pedro renovó su exhortación. Recordó a los habitantes de Jerusalén su horrendo pecado: «Vosotros renegasteis del Santo y del Justo (...), y matasteis al Jefe que lleva a la Vida» (Hechos, 3, 14-15). Sin embargo, atenuó su culpabilidad diciendo: «Ya sé yo, hermanos, que obrasteis por ignorancia» (Hechos 3, 17); después, los invitó a convertirse (cf. 3,19) y a cada uno le dio una esperanza inmensa: «Para vosotros en primer lugar ha resucitado Dios a su Siervo y le ha enviado para bendeciros, apartándoos a cada uno de vuestras iniquidades» (3,26). Una puerta de esperanza
Del mismo modo, el apóstol Pablo predicaba la conversión. Lo dice en su discurso al rey Agripa, describiendo así su apostolado: a todos, « he predicado que se convirtieran y que se volvieran a Dios haciendo obras dignas de conversión» (Hechos 26, 20; cf. 1 Ts 1,9-10). Pablo enseñaba que la «bondad de Dios te impulsa a la conversión». Inspirada por el amor (cf. Apocalipsis 3,19), la exhortación es vigorosa y manifiesta la urgencia de la conversión (cf. Apocalipsis 2,5.16.21-22; 3,3.19), pero es acompañada por promesas maravillosas de intimidad con el Salvador (cf. 3,20-21). Por tanto, a todos los pecadores siempre se les abre una puerta de esperanza. «El hombre no se queda solo para intentar, de mil modos a menudo frustrados, una imposible ascensión al cielo: hay un tabernáculo de gloria, que es la persona santísima de Jesús el Señor, donde lo humano y lo divino se encuentran en un abrazo que nunca podrá deshacerse: el Verbo se hizo carne, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado. Él derrama la divinidad en el corazón enfermo de la humanidad e, infundiéndole el Espíritu del Padre, la hace capaz de llegar a ser Dios por la gracia» («Orientale lumen», n.15).
Juan Pablo II, audiencia general del 30 agosto, 2000.
«La metánoia», palabra griega que significa conversión, es el movimiento interior que surge en toda persona que se encuentra con Cristo.
1. Canta el salmista: «De mi vida errante llevas tú la cuenta» (Salmo 56, 9). En esta frase breve y esencial se resume la historia del hombre que vaga en el desierto de la soledad, del mal, de la aridez. Con el pecado, ha roto la admirable armonía de la creación establecida por Dios en los orígenes: «Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien». Y, sin embargo, Dios nunca está lejos de su criatura, es más, permanece siempre presente en su intimidad, según la bella intuición de san Agustín: «¿Dónde estabas tú cuando estabas lejos de mí? Yo vagaba lejos de ti (...). Tú, sin embargo, estabas dentro de mí, en lo más profundo de mí mismo, y en lo más alto de lo más elevado de mí» (Confesiones 3, 6, 11). Pero ya el salmista había trazado en un himno estupendo la vana fuga del hombre de su Creador: «¿A dónde iré yo lejos de tu espíritu, a dónde de tu rostro podré huir? Si hasta los cielos subo, allí estás tú, si en el seol me acuesto, allí te encuentras. Si tomo las alas de la aurora, si voy a parar a lo último del mar, también allí tu mano me conduce, tu diestra me aprehende. Aunque diga: «¡Me cubra al menos la tiniebla, y la noche sea en torno a mí un ceñidor, ni la misma tiniebla es tenebrosa para ti, y la noche es luminosa como el día». Dios sale al encuentro
2. Dios busca con particular insistencia y amor al hijo rebelde que huye lejos de su mirada. Dios se ha puesto en camino por las sendas tortuosas de los pecadores a través de su Hijo, Jesucristo, que precisamente al irrumpir en el escenario de la historia se presentó como «el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo» (Juan 1, 29). Las primeras palabras que pronuncia en público son éstas: «Convertíos, porque el reino de los cielos está cerca» (Mateo 4, 17). Aparece así un término importante que Jesús ilustrará repetidamente tanto con sus palabras como con sus actos: «Convertíos», en griego «metanoéite», es decir, emprended una «metánoia», un cambio radical de la mente y del corazón. Es necesario dejar a las espaldas el mal y entrar en el reino de justicia, de amor y de verdad, que está comenzando. La trilogía de las parábolas de la misericordia divina recogidas por Lucas en el capítulo 15 de su Evangelio constituye la representación más incisiva de la búsqueda activa y de la espera amorosa de Dios a su criatura pecadora. Al realizar la «metánoia», la conversión, el hombre vuelve, como el hijo pródigo, a abrazar al Padre, que nunca lo ha olvidado ni abandonado. El abrazo
3. San Ambrosio, comentando esta parábola del padre pródigo de amor hacia su hijo pródigo de pecado, introduce la presencia de la Trinidad: «Levántate, ven corriendo a la Iglesia: aquí está el Padre, aquí está el Hijo, aquí está el Espíritu Santo. Te sale al encuentro, pues te escucha mientras estás reflexionando dentro de ti, en el secreto del corazón. Y, cuando todavía estás lejos, te ve y se pone a correr. Ve en tu corazón, corre para que nadie te detenga, y por su fuera poco, te abraza... Se echa a tu cuello para levantarte a ti, que yacías en el suelo, y para hacer que, quien estaba oprimido por el peso de los pecados y postrado por lo terreno, vuelva a dirigir su mirada al cielo, donde debía buscar al propio Creador. Cristo se echa al cuello, pues quiere quitarte de la nuca el yugo de la esclavitud e ponerte en el cuello su dulce yugo» (In Lucam VII, 229-230). Jesús cambia una vida
4. El encuentro con Cristo cambia la existencia de una persona, como enseña el caso de Zaqueo, que hemos escuchado al comenzar. Así sucedió también a los pecadores y pecadoras que cruzaron sus caminos con Jesús. En la cruz, tiene lugar un extremo acto de perdón y de esperanza, ofrecido al malhechor, que cumple con su propia «metánoia» cuando llega a la frontera última entre la vida y la muerte y dice a su compañero: «A nosotros se nos hace justicia por lo que hemos hecho» (Lucas 23, 41). Y cuando implora: «Acuérdate de mi cuando estés en tu reino», Jesús responde: «En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso» (cf. Lucas 23, 42-43). De este modo, la misión terrena de Cristo, comenzada con la invitación a convertirse para entrar en el reino de Dios, se concluye con una conversión y la entrada de una persona en su reino. El mensaje de los apóstoles
5. La misión de los apóstoles (Pentecostés) también comenzó con una invitación apremiante a la conversión. Los que escuchaban su primer discurso, conmovidos en lo más profundo de su corazón, preguntaban con ansia: «¿Qué es lo que tenemos que hacer?». Pedro respondió: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hechos 2, 37-38).
Esta respuesta de Pedro fue acogida inmediatamente: «unas tres mil almas» se convirtieron aquel día (cf. Hechos, 2, 41). Después de la curación milagrosa de un cojo, Pedro renovó su exhortación. Recordó a los habitantes de Jerusalén su horrendo pecado: «Vosotros renegasteis del Santo y del Justo (...), y matasteis al Jefe que lleva a la Vida» (Hechos, 3, 14-15). Sin embargo, atenuó su culpabilidad diciendo: «Ya sé yo, hermanos, que obrasteis por ignorancia» (Hechos 3, 17); después, los invitó a convertirse (cf. 3,19) y a cada uno le dio una esperanza inmensa: «Para vosotros en primer lugar ha resucitado Dios a su Siervo y le ha enviado para bendeciros, apartándoos a cada uno de vuestras iniquidades» (3,26). Una puerta de esperanza
Del mismo modo, el apóstol Pablo predicaba la conversión. Lo dice en su discurso al rey Agripa, describiendo así su apostolado: a todos, « he predicado que se convirtieran y que se volvieran a Dios haciendo obras dignas de conversión» (Hechos 26, 20; cf. 1 Ts 1,9-10). Pablo enseñaba que la «bondad de Dios te impulsa a la conversión». Inspirada por el amor (cf. Apocalipsis 3,19), la exhortación es vigorosa y manifiesta la urgencia de la conversión (cf. Apocalipsis 2,5.16.21-22; 3,3.19), pero es acompañada por promesas maravillosas de intimidad con el Salvador (cf. 3,20-21). Por tanto, a todos los pecadores siempre se les abre una puerta de esperanza. «El hombre no se queda solo para intentar, de mil modos a menudo frustrados, una imposible ascensión al cielo: hay un tabernáculo de gloria, que es la persona santísima de Jesús el Señor, donde lo humano y lo divino se encuentran en un abrazo que nunca podrá deshacerse: el Verbo se hizo carne, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado. Él derrama la divinidad en el corazón enfermo de la humanidad e, infundiéndole el Espíritu del Padre, la hace capaz de llegar a ser Dios por la gracia» («Orientale lumen», n.15).
Juan Pablo II, audiencia general del 30 agosto, 2000.
LA MEDALLA DE SAN BENITO
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LA MEDALLA DE SAN BENITO
San Benito se considera el padre del Monasticismo de Occidente. Su pequeña “Regla” sigue siendo guía práctica y segura en el seguimiento de Cristo, no sólo para monjes y monjas sino para muchas cristianas y cristianos fuera de los monasterios.
Benito nació en Nursia, Italia hacia finales del siglo V. Tuvo una hermana llamada Escolástica que, según la tradición, fue su gemela. Fundó monasterios en Subiaco y sus alrededores y luego en Monte Casino. Enseñó a sus discípulos a cantar las alabanzas a Dios en la Liturgia de las Horas; a tomar como guía el Evangelio, a trabajar cuidando todo lo que hay en la creación como “vasos sagrados del altar”, a vivir en amor y servicio mutuo y a responder a las necesidades del pueblo de Dios a su alrededor.
San Benito conoció bien el poder de la oración. En su propia persona vivió las amenazas del mal y, en una ocasión, por la señal de la cruz, Dios le libró de una copa de vino envenenada.
Su Medalla es una invitación a orar, a vivir y a actuar iluminad@s por la luz de Cristo. En este espíritu nos protege del mal, de la enfermedad y de las adicciones.
El frente de la medalla muestra a San Benito, de pié sosteniendo una cruz en una mano y el libro de su Regla en la otra. A cada lado están las palabras: Crux S. Patris Benedicti (La Cruz del santo padre Benito). Abajo, a sus pies, están las palabras: (Ex S. M. Casino MDCCCLXXX) del Santo Monte Casino, 1880.
En ese año, (en el que la Orden de San Benito conmemoraba 1400 años desde el nacimiento de Benito) la medalla recibió una bendición jubilar especial. Inscrito en el círculo que rodea la imagen de San Benito, están las palabras: (Ejus in obitu nostro presentia muniamur) “Que su presencia (la de la cruz) nos proteja a la hora de la muerte.”
El otro lado de la medalla, se refiere al poder en contra de los malos espíritus. En el centro está la Cruz. San Benito amaba la Cruz, confiado que en ella Jesús venció el poder del mal y todas sus consecuencias. El brazo vertical de la cruz tiene 5 letras C.S.S.M.L., (Crux Sacra Sit Mihi Lux) que quiere decir “Que la Santa Cruz sea para mí una Luz”. El brazo horizontal de la cruz también tiene 5 letras: N.D.S.M.D., (Nunquam Draco Sit Mihi Dux) “que el demonio nunca sea mi guía”. Las cuatro letras grandes de los ángulos de la Cruz: C.S.P.B., (Crux Sancti Patris Benedicti) quieren decir “la Cruz del Santo Padre Benito”. Rodeando la cruz en el margen derecho están las letras: V.R.S.N.S.M.V. (Vade Retro Satanas, Nunquam Suade Mihi Vana) que quieren decir “¡Apártate de mí, Satanás! Nunca me sugieras pensamientos vanos.” Alrededor del margen izquierdo del círculo, están las letras: S.M.Q.L.I.V.B. (Sunt Mala Quae Libas: Ipse Venena Bibas) que significa “Las bebidas que tú ofreces son malas; bebe el veneno tú mismo”. En la parte de arriba del círculo está la palabra (PAX) PAZ.
La cara de la medalla con la imagen de San Benito puede variar, pero las letras en la parte de atrás no cambian. Esta medalla, que es un sacramental, puede ser llevada al cuello, en un monedero, unida al rosario o pegada en la entrada de la casa. La adecuada devoción a la medalla, junto con una vida de escucha a la Palabra de Dios y el esfuerzo por ponerla en práctica, nos acerca a Cristo, fuente de luz y vida, nos protege de todo mal y nos prepara para la vida eterna.
San Benito se considera el padre del Monasticismo de Occidente. Su pequeña “Regla” sigue siendo guía práctica y segura en el seguimiento de Cristo, no sólo para monjes y monjas sino para muchas cristianas y cristianos fuera de los monasterios.
Benito nació en Nursia, Italia hacia finales del siglo V. Tuvo una hermana llamada Escolástica que, según la tradición, fue su gemela. Fundó monasterios en Subiaco y sus alrededores y luego en Monte Casino. Enseñó a sus discípulos a cantar las alabanzas a Dios en la Liturgia de las Horas; a tomar como guía el Evangelio, a trabajar cuidando todo lo que hay en la creación como “vasos sagrados del altar”, a vivir en amor y servicio mutuo y a responder a las necesidades del pueblo de Dios a su alrededor.
San Benito conoció bien el poder de la oración. En su propia persona vivió las amenazas del mal y, en una ocasión, por la señal de la cruz, Dios le libró de una copa de vino envenenada.
Su Medalla es una invitación a orar, a vivir y a actuar iluminad@s por la luz de Cristo. En este espíritu nos protege del mal, de la enfermedad y de las adicciones.
El frente de la medalla muestra a San Benito, de pié sosteniendo una cruz en una mano y el libro de su Regla en la otra. A cada lado están las palabras: Crux S. Patris Benedicti (La Cruz del santo padre Benito). Abajo, a sus pies, están las palabras: (Ex S. M. Casino MDCCCLXXX) del Santo Monte Casino, 1880.
En ese año, (en el que la Orden de San Benito conmemoraba 1400 años desde el nacimiento de Benito) la medalla recibió una bendición jubilar especial. Inscrito en el círculo que rodea la imagen de San Benito, están las palabras: (Ejus in obitu nostro presentia muniamur) “Que su presencia (la de la cruz) nos proteja a la hora de la muerte.”
El otro lado de la medalla, se refiere al poder en contra de los malos espíritus. En el centro está la Cruz. San Benito amaba la Cruz, confiado que en ella Jesús venció el poder del mal y todas sus consecuencias. El brazo vertical de la cruz tiene 5 letras C.S.S.M.L., (Crux Sacra Sit Mihi Lux) que quiere decir “Que la Santa Cruz sea para mí una Luz”. El brazo horizontal de la cruz también tiene 5 letras: N.D.S.M.D., (Nunquam Draco Sit Mihi Dux) “que el demonio nunca sea mi guía”. Las cuatro letras grandes de los ángulos de la Cruz: C.S.P.B., (Crux Sancti Patris Benedicti) quieren decir “la Cruz del Santo Padre Benito”. Rodeando la cruz en el margen derecho están las letras: V.R.S.N.S.M.V. (Vade Retro Satanas, Nunquam Suade Mihi Vana) que quieren decir “¡Apártate de mí, Satanás! Nunca me sugieras pensamientos vanos.” Alrededor del margen izquierdo del círculo, están las letras: S.M.Q.L.I.V.B. (Sunt Mala Quae Libas: Ipse Venena Bibas) que significa “Las bebidas que tú ofreces son malas; bebe el veneno tú mismo”. En la parte de arriba del círculo está la palabra (PAX) PAZ.
La cara de la medalla con la imagen de San Benito puede variar, pero las letras en la parte de atrás no cambian. Esta medalla, que es un sacramental, puede ser llevada al cuello, en un monedero, unida al rosario o pegada en la entrada de la casa. La adecuada devoción a la medalla, junto con una vida de escucha a la Palabra de Dios y el esfuerzo por ponerla en práctica, nos acerca a Cristo, fuente de luz y vida, nos protege de todo mal y nos prepara para la vida eterna.
LA ESTRELLA DE SALOMON
"Ponme como un sello sobre tu corazón"(El Cantar de los Cantares de Salomón, 8,6)
El rey Salomón, hijo del rey David, hizo de Jerusalén la ciudad de la justicia y de la paz. Su nombre refleja el nombre original de la ciudad, Salem. Se dice que a Salomón le fueron otorgados sabiduría y conocimiento, lo que normalmente significa un buen gobierno, la facultad de distinguir moralmente entre el bien y el mal, y una comprensión total del universo. He aquí que he hecho conforme a tu palabra, dándote un corazón sabio y comprensivo de modo que nadie hubo como tú antes que tú, ni habrá otro como tú después de ti (Reyes I, 3:12).
La leyenda del maravillosos sello anular que Salomón recibió del cielo, es común al judaísmo, al cristianismo y al Islam. El Sello de Salomón, que tiene su base en el suelo y cuyo ápice llega al cielo, simboliza la armonía de los elementos opuestos; su significado es a un tiempo múltiple y pluricultural. Refleja el orden cósmico, los cielos, el movimiento de las estrellas en sus esferas propias, y el flujo perpetuo que se establece entre el cielo y la tierra, entre los elementos aire y fuego. El Sello, por lo tanto, simboliza la sabiduría sobrehumana y el gobierno por gracia divina.
La leyenda del maravillosos sello anular que Salomón recibió del cielo, es común al judaísmo, al cristianismo y al Islam. El Sello de Salomón, que tiene su base en el suelo y cuyo ápice llega al cielo, simboliza la armonía de los elementos opuestos; su significado es a un tiempo múltiple y pluricultural. Refleja el orden cósmico, los cielos, el movimiento de las estrellas en sus esferas propias, y el flujo perpetuo que se establece entre el cielo y la tierra, entre los elementos aire y fuego. El Sello, por lo tanto, simboliza la sabiduría sobrehumana y el gobierno por gracia divina.
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conquista de los cruzados. Al erigir la mezquita, Solimán se establecía un vínculo con Salomón el hijo de David así como con el Mesías de la dinastía davídica que, según los cristianos, es Jesús. La conciencia mesiánica del sultán Solimán lo llevó a desarrollar este vínculo de conexión con el rey Salomón. En las murallas que construyó en torno a Jerusalén, hay piedras decoradas con dos triángulos entrelazados, es decir, Estrellas de David que entre los musulmanes se conocen con el nombre de Khatam Suleimán y, entre los judíos, como Jatam Shlomó, el Sello del rey Salomón. Su función era proteger la ciudad. El símbolo del hexagrama o figura en forma de estrella formada por dos triángulos, tiene múltiples connotaciones, sobre todo cuando está inscrito en un círculo; en muchas partes del mundo se le han atribuido poderes sobrenaturales desde épocas antiguas. Aparte de las asociaciones nacionalistas judías que se le adjudicaron en los últimos siglos, el elemento abstracto de la figura (que está conectado con las estrellas celestiales) y su integridad geométrica, hacen de él un símbolo universal. Junto con la estrella de cinco puntas o pentagrama, que es de origen mucho más antiguo, el hexagrama representa el desarrollo de las matemáticas y la geometría por parte de los griegos y sus sucesores en toda la zona mediterránea.
Por medio de la geometría, en la que Pitágoras y sus seguidores veían un simbolismo cósmico, el hexagrama y el pentagrama se convirtieron en expresión del cielo y su reflejo en la tierra, de lo divino y su reflejo en la creación, así como de la conexión entre el cielo y la tierra, el macrocosmos y el microcosmos, el espíritu y la materia.
La civilización islámica constituyó una vibrante encrucijada de culturas por cuyo intermedio los logros del mundo antiguo pasaron a la Europa moderna; por ella se transmitió información de Oriente a Occidente y viceversa, y en sus seno convivieron diferentes grupos étnicos con idiomas y religiones distintos que contribuyeron al avance de la cultura.
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Hoy en día, al hexagrama es conocido con el nombre de Estrella de David y considerado un símbolo definido del judaísmo; el término se utiliza incluso en los países islámicos. Hay cierta confusión en torno a sus orígenes, nombre y asociaciones. En Europa, al pentagrama se lo conoce normalmente como Sello de Salomón, mientras que al hexagrama se le llama Estrella de David; muchas veces, se da por supuesto que siempre fue así. Sin embargo, hay evidencias de una evolución gradual del hexagrama de símbolo cosmológico romano a símbolo religioso y mágico no ligado a una religión o a un pueblo específicos. La investigación parece probar que ambos motivos fueron utilizados por religiones diferentes y que el significado más claro del hexagrama se encuentra asociado con técnicas mágicas para protegerse de las fuerzas del mal. El profesor Gershom Scholem, notable estudioso de la Cábala (escritos místicos judíos), estudió la función protectora del hexagrama y su entrada en las tradiciones judía e islámica. En una serie de artículos sobre la Estrella de David y su historia, Scholem mantuvo lo siguiente:
En primer lugar, el hexagrama es un símbolo universal cuyas asociaciones judías se desarrollaron gradualmente. Empezó siendo un símbolo de la comunidad judía en Praga, probablemente en el siglo XIV, aunque puede también que no lo fuera hasta el siglo XVII. En el siglo XIX, se convirtió en símbolo de los judíos en general.
Además, hay reproducciones judías y cristianas del hexagrama u otros motivos decorativos desde épocas antiguas, y, más tarde, en el arte islámico. En el siglo XIII, el motivo pasó, de copias de la Biblia efectuadas en países islámicos, a manuscritos hebreos en Alemania y España. En este último país, hasta el siglo XIII los judíos conocían el hexagrama con el nombre de Sello del rey Salomón; del XIII al XV, se utilizaron ambos nombres indistintamente. Sólo en un momento posterior, se impuso en las comunidades askenazitas el término Estrella de David, mientras que el Sello del rey Salomón quedó identificado con el pentagrama.
Por último, el hexagrama y el pentagrama aparecen por primera vez en mezuzot (rollos con pasajes bíblicos que los judíos ponen en las jambas de las puertas) mágicas y, posteriormente, en distintos talismanes. Los dibujos mágicos del hexagrama y del pentagrama se conocen como sellos, de acuerdo a la idea de que la persona se sella a sí misma con estos signos para protegerse de los espíritus dañinos. Este término está ligado a la leyenda que refiere que el rey Salomón controlaba a los demonios por medio de un sello anular especial en el que estaba grabado el Tetragrama. El sello no tenía más que un poder: el de proteger de las fuerzas malévolas.
Es posible que el hexagrama sirviera de símbolo del Templo en un estadio temprano de su desarrollo. Un dibujo judío del siglo X constituye el ejemplo más temprano de la conexión que hay entre ambos símbolos; no sabemos si sus orígenes en la tradición judía son anteriores, o si reflejan una influencia del arte islámico. En España, a partir del siglo XIII, encontramos libros judíos religiosos decorados con Estrellas de David que a veces sirven de colofón en libros escritos en micrografía. El hexagrama había surgido antes como elemento decorativo que se utilizaba para rellenar espacios o para marcar la división entre capítulos en manuscritos hebreos y arameos. En algunos manuscritos hebreos procedentes de España, aparecen dibujadas Estrellas de David junto a los versículos que hablan de la nostalgia por retornar a Sión.
FABRICACION DE SAHUMERIOS
FABRICACIÓN DE SAHUMERIOS
Los materiales y La base
Para hacer sahumerios en general se utiliza harina de madera, no aserrín. La harina es más fina, parece talco y actualmente se la puede conseguir en comercios que se especializan en insumos para sahumerios artesanales.De no ser posible llegar a uno de ellos algo parecido se logra pasando aserrín por una procesadora y luego tamizándolo.Desde ya la tarea es engorrosa y tiene un cierto riesgo, ya que la harina de madera que se comercializa no tiene aroma ni color propio y si procesamos aserrín es probable que tengamos allí diferentes tipos de maderas, cada una con su propio aroma y color.Por otro lado el costo de la harina de madera común es muy bajo y no justifica que nosotros utilicemos nuestro precioso tiempo en elaborarla.El medio de uniónSe lo suele llamar también aglutinante y/o adhesivo.Es muy importante, ya que es lo que va a transformar todos los elementos que utilicemos en una masa que solidifique con la forma que nosotros decidamos.Para ello debe cumplir ciertas características:De todos los aglutinantes posibles y dependiendo del país en que nos encontremos; algunos serán caros y otros imposibles de conseguir, cada uno debe elegir la que le convenga de acuerdo a la forma de trabajo y la intención que tenga con los sahumerios, ya que no es lo mismo fabricarlos para uno que para venderlos.
Datos para tener en cuenta
La goma gatthi, la goma guar, el alginato de sodio, y la goma xantan en algunos países solo las venden en cantidades grandes.El agar-agar es caro igual que la gelatina, ya que son utilizadas comúnmente para consumo alimenticio humano.La goma arábiga puede ser sucia y pegajosa, pero hay algunos tipos utilizables, de todas maneras suele no ser el mejor aglutinante.Uno de los aglutinantes mas usados por su simplicidad y limpieza es el tragacanto, es muy fuerte su poder de aglutinación.La karaya suele ser muy económica, se la debe disolver en agua hirviendo para utilizarlaExiste otro aglutinante que es incomodo para algunas cosas porque se disuelve en alcohol y es pegajoso, pero resulta útil especialmente cuando se van a realizar pequeñas cantidades de varitas y es la resina copal.También hay artesanos que aglutinan con productos que podemos encontrar en la cocina, como harina de trigo o fécula de maíz, pero son difíciles de manejar.El detalleEl detallePara que el aglutinante actúe y lograr homogeneizar el producto hace falta un medio liquido, generalmente se utiliza agua, menos en el caso de la resina copal que ya explicaremos.Siempre averiguar si el aglutinante disuelve en agua fría o caliente, o en otro medio liquido.El salitre Muchos de los materiales que forman parte de un sahumerio si bien son combustibles, no queman parejo, para solucionar esto se utiliza nitrato de potasio o salitre. No ser generosos con el salitre, respetar las cantidades indicadas o el sahumerio quemara excesivamente rápido y puede soltar chispas y mucho humo.El nitrato de potasio hace que el sahumerio dure menos, no exagerar.Para lograr una distribución pareja del nitrato se lo disuelve previamente en el agua necesaria para la preparación que se esta haciendo.Los colorantesEn general todos los colorantes sirven para sahumerios, pero los ideales son los específicos, ya que tomaran tonos más fuertes porque son concentrados y además no modifican en nada la fragancia.La forma ideal de aplicar el colorante es sumergiendo el sahumerio en una solución de colorante, fragancia y alcohol, que puede manejarse en partes iguales de colorante y alcohol y luego un porcentaje de fragancia que varia de acuerdo a la concentración de la fragancia y al gusto personal del elaborador o comprador.
Las fragancias
La elección de la fragancia es muy importante. Tengamos en cuenta que si bien no solo de la fragancia depende el éxito del sahumerio, esta es una parte fundamental del mismo y debe ser especifica para ellos.Las fragancias se comportan en forma diferente de acuerdo al uso que les demos, por ejemplo: no va a suceder lo mismo si colocamos determinada fragancia en un hornillo, en una vela o en un sahumerio.Además el resultado que espera el usuario también es diferente.Varitas o varillasCon resinaVaritas con resina copalMateriales necesarios· harina de madera o aserrín fino, 4 cuch. soperas· fécula de maíz 1/2 cuchara sopera· carbón vegetal molido 1/2 cucharada sopera· nitrato de potasio 1 cucharita de café· agua 250 cc· resina copal 25 grs.· alcohol 50 c.c.· esencia cantidad necesaria· alcohol 100 cc.· Colorante a gusto
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